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chico

no pagues, salta!

la niña miraba con cara muy seria a izquierda y derecha, pendiente de cualquier detalle, cuando estuvo segura de tener la situación controlada, empujó tranquilamente la segunda puertecilla metálica, la que mantiene cerrado el paso al anden, y que su madre cruzó rápidamente y con cara nerviosa, cogió a la niña del brazo y se la llevó apresuradamente escaleras abajo, y ella, mientras era arrastrada de esa manera, no podía borrar de su cara aquella expresión de victoria, aquel día desidealizó un poquito más a su madre, todos acabamos aprendiendo que ellos no lo controlaban todo.

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